10/11/08

Melly Moores

Hace tiempo que no veo a mi amigo Rayles.

Hace tiempo que no le veo y me imagino que puede haberse metido en algún lío.

Mi amigo Rayles conoce a gente extraña, gente singular que se cruza de un modo inexplicable en sus andanzas porque al igual que algunos atraen los problemas, o las risas, mi amigo Rayles atrae las rarezas.
Seguramente fue así como conoció a Melly Moores, Melly es una corista colombiana que vino unas vacaciones a trabajar a Torrevieja. De servir cervezas con mueca pasó a servir copas con sonrisa, a animar las noches de las discotecas del centro y las madrugadas de los after hours. Tiene el pelo en negro y plata con reflejos turquesa muy intensos, siempre calza tacones infinitos y una de esas sonrisas que dice “me encantas”. Melly no mira a los ojos porque siempre está mirando al siguiente baile, a la siguiente copa, solo mira a los ojos de mi amigo Rayles, que solo con mirarla la comprende, y se adelanta a su paso siguiente y ríe el chiste que aún no ha hecho y murmura monosílabos que solo ellos comprenden.
A Melly no le importa el tiempo ni el mañana y vive los momentos como nadie, eufórica, intrépida, disponible y dispuesta; al menos esas horas que enlazan el jueves con el domingo, esas horas sagradas del fin de semana ya que el lunes sin más, se desvanece en un interrogante inescrutable.
Melly es una de esas rarezas que acaban caminando del brazo de mi amigo Ray, no es la única, aunque sin duda es de sus favoritas, y la verdad es que nunca he llegado a comprenderla, a fiarme de ella.

Hace tiempo que no llamo a mi amigo Rayles, he de hacerlo. Tal vez para quedar con Pichuki un domingo a mediodía. Sin afters, sin euforias, sin reflejos turquesa y sin tacones infinitos. Con Pichuki y los otros, un domingo, a mediodía… sin Melly.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Sin duda, mejor sin Melly.

Likuid dijo...

¡Qué grande Rayles!