25/7/08

Verano en la ciudad

Este es el enésimo verano que parece que me voy a quedar encerrado en Murcia, en esta ciudad que se convierte en una especie de antesala del infierno entre julio y agosto. Esta ciudad en la que parece que todo el mundo tienen una casa en la playa, o tiene un primo o una abuela, o un cuñado que tienen casa en la playa. Esta ciudad en la que los que no tienen casa en la playa se meten en un pozo y no salen hasta la feria de septiembre.

Ahora ni siquiera se me hace tan duro; el aire acondicionado, la wii, las series de la telemule, los libros... pero ha habido veranos terribles, y entre esos recuerdo especialmente uno.

Debía ser agosto del 93 o del 94, y en Murcia solo quedaban yonkis y chorizos; yonkis, chorizos mi amigo el tirillas y yo. Disponíamos del bajo de Simón García que mi abuela nos cedió unos años, y muy poco dinero. Tan poco dinero que apenas nos llegaba para comprar tabaco, y fumar era lo único que se nos ocurría hacer en ese tedioso verano en la ciudad. Creo recordar que reorganizamos el bajo, escondimos los trastos al fondo y dispusimos la rinconera y el sofá sobre una alfombra azul y alrededor de una mesa de centro, ordenamos los cartones de vacíos de Montemelo en un armario con puertas en su día acristaladas. Cartones vacíos de Montemelo como libros que atesoraban nuestros recuerdos.

El verano transcurrió tan lento que los días contaban treinta o cuarenta horas, y el tirillas y yo quedabamos cada tarde en el bajo. A veces lo único que hacíamos era dormir la siesta entre ración y ración de tabaco, de hecho la mayoría de las veces solo hacíamos eso. Pásabamos la tarde casi a oscuras, no recuerdo si no había luz o era por el calor sofocante de agosto, y creo que conocí más al tirillas; que siempre fue más bien callado para sus cosas; en esas semanas, de lo que lo hice en los años anteriores y de lo que lo he hecho en los siguientes.

Nos contaron por aquel entonces que si recogíamos un kilo del celofan de los paquetes de tabaco nos darían un montó de dinero, y nos dijeron donde, concretamente en el supermercado que hay al entrar a San Pedro. No nos lo creíamos mucho, pero llega una "amiga" y te dice.- Sí, mi hermana trabaja allí y lo compran, en el supermercado que hay al entrar a San Pedro. Y piensas, porqué me iba a estar engañando? así que como tampoco teníamos nada mejor que hacer cuando teníamos un hueco salíamos a recoger "chivatos".

Salir a la calle era una aventura, porque en verano los yonkis y los chorizos y toda esa gentuza que puebla las ciudades se queda sin clientes y en Murcia parecen montar guardia en las esquinas de las calles grandes y de las plazas. Atravesar un sitio como la plaza de la Universidad tenía un 90% de probabilidades de que alguien te asaltara con lo de ¿Llevas veinte duros? Y nosotros solo teníamos veinte duros, no queríamos darle a nadie nuestros veinte duros. Darle a alguien veinte duros era una putada, era quedarse sin tabaco hasta el sábado y bastante aburrido estoy ya para estar sin fumar hasta el sábado jodido yonki de mierda. ¿Es qué no tienes un yonki primo o un cuñado chorizo con casa en la playa? ¿No tienes una abuela yonki con piscina? ¿es que no tienes pozo?

No eramos muy valientes a los 15 años, así que optábamos por no pasear, o pasear sin dinero, o si por un casual nos veíamos en el trance de cruzar Sto. Domingo a las cinco de la tarde de un día de agosto con veinte duros en el bolsillo rezabamos y corríamos hacia el bajo, a tumbarnos en la oscuridad del bajo, a contar los chivatos de los que nunca recogeríamos ni de lejos un kilo y a dejar pasar las semanas de agosto y esperar que llegara un futuro en el que olvidar lo duro que era pasar un verano en la ciudad.

1 comentario:

Likuid dijo...

Me vienen a la mente varios nombres asociados al tirillas... ¿de quién se trata?