8/7/08

El café de las 8:30

Durante los últimos dos años me he tomado el primer café de la oficina con mi jefe.

Era como un ritual, el último paso del ritual de arranque de mis días de trabajo. Llegó a la oficina sobre las ocho, hago más cosas de que las que cabría esperar en media hora y mi jefe me redespierta con una llamada a eso de las 8:30.
- Buenos días -le digo-
- Café?
- Voy
Y pedimos con leche y solo largo si la máquina maldita tiene a bien disponer de todos los ingredientes, que no siempre.

Nos tomamos el café con dos cigarrillos, dos cada uno quiero decir, claro. Dos Camel con el solo largo, dos L&M's con el con leche. Desde hace una año más o menos, desde que nos mudamos a otro edificio del polígono, siempre tomamos el café en la puerta principal, cerca del vigilante, la puerta da a un pequeño aparcamiento con porche de unas 10 plazas y detrás de el hay un jardín con tres o cuatro pasillos de chinarro separados por una especie de bambú y algo más de una docena de palmeras.

Está orientada a Levante y cuando el aire viene de cara, a veces trae olor a mar y a playa, y a veces otros olores menos placenteros del campo de Cartagena. El café con mi jefe es uno de esos momentos que me cuesta saltarme, no es nada formal ni "de trabajo" son diez minutos en los que pasamos un poco por el tiempo, sus problemas para dormir con el calor y mi facilidad para dormir aunque truene; repasamos las novedades geek: lo buena que es Stargate Atlantis y lo increíble que es Battlestar Galáctica; y lo bonita que era esta empresa x años atrás cuando la gente era más "de verdad" y todas esas cosas que decimos con la nostalgia.

Hoy no ha sonado el teléfono a las 8:30. Hoy es el segundo día que me tomo el café solo en la puerta del Edificio 2, los bambúes han crecido mucho, y hoy venía olor a levante, a mar. La máquina tenía café, agua, leche, azúcar vasos y cucharillas. El guardia me ha preguntado si ahora me tomaba el café solo y le he contestado con una media sonrisa.- Qué remedio.

Hoy solo me he fumado un cigarrillo, hoy hace un par de días que se largó mi jefe, y que casi se me escapa un lágrima sobre el café con leche.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Siempre que los jefes se van me asaltan dos emociones antagónicas. La primera me dice que algo va mal, realmente mal. La segunda que ese puesto hay que cubrirlo.

Anónimo dijo...

ahora te tocará a ti llamar a algún manzanillo subordinado para compartir el café, sebas

Krika dijo...

Snif snif...joer! casi se me escapa a mi también una lagrimita!